Benyi, el
dragón comilón
Juntos fueron a visitar a Don Castor, el Dentista,
y él reviso los dientes del Gran Dragón Benyi y lo ayudó con su dolor.
Muy feliz y sin dolor, el Gran Dragón le dio las gracias a Don Castor, el Dentista.
Antes de despedirse, don Castor, el Dentista, le
dio un consejo al Gran Dragón Benyi:
-Debes comer dulces sanos, que están en las frutas
y también debes cepillar tus dientes después de cada comida, y recuerda visitar
al dentista al menos dos veces al año.
Esto ayudará a mantener tus dientes sanos y limpios.
Y colorín colorado, este cuento se ha
terminado…paso por un zapatito roto y mañana te cuento otro.
Rodrigo Barrios
Castro (papá)
Bernardita
Astorga Bascuñán (mamá)Benjamín Barrios Astorga
Pre-kínder A
El pan con mantequilla
Había una vez un niño que le gustaba comer pan con
mantequilla.
El niño estaba acostado en su cama y le dolía la
guatita, le sonaban y le sonaban las tripas…se levantó de su cama y bajó la
escalera: pan, pan, pan, pan.
Llegó a la cocina, estaba todo oscuro. Sacó un pan de la bolsa y fue a buscar un
cuchillo. Sacó la mantequilla del
refrigerador y con el cuchillo abrió el pan lentamente.
Le untó mantequilla al pan y cuando se lo iba a
comer, vino el fantasma del pan con mantequilla y se lo robó.
El niño salió de su casa en busca del pan con
mantequilla. La bruja tenía el pan con
mantequilla escondido en un árbol.
El niño sacó el pan con mantequilla y se lo llevó a
su casa. La bruja Maruja lo persiguió.
El niño llegó a la casa y cerró todo para que la
bruja Maruja no entrara.
Tomo el pan y se lo comió…
El fantasma del pan con mantequilla no alcanzó a
quitárselo y desde ese momento recorre las calles de Alto Hospicio buscando su
pan con mantequilla.
¡Quiero mi pan con mantequilla!
Fabiola León
(mamá)
Ariel MoscosoPre-kínder A
Un verdadero susto
Era un día como cualquiera en la familia Osorio, el
papá Juan salía a trabajar, la mamá Tere estaba preparado un rico almuerzo en
la cocina y la niña Carlita estaba por ir a la escuela. Mientras que el engreído de la casa, el loro
Ignacio, hablaba fuerte y sin parar. De
pronto la vecina Inés, vino con su colorido loro Sebastián y le pidió a mamá
Tere que lo cuidara por una semana, mientras que ella se iba fuera de la
ciudad. Al escuchar esa noticia, el loro
Ignacio temblaba por la respuesta de mamá Tere.
Al oír el sí, Ignacio se puso rojo de tanto enojo. Él temía que Sebastián le quitara el cariño
de su familia.
Una vez en casa, el loro Sebastián se ganó
rápidamente el cariño de la familia, él, en comparación del loro Ignacio, comía
toda su comida y en vez de hablar todo el día sin parar, silbaba una linda
melodía, lo que hacía que la familia este siempre de buen humor. Todo esto ocasiono que el loro Ignacio se
ponga tan pero, tan triste que tomo unas cuantas migas de pan y decidió irse.
La noche era oscura y la neblina no dejaba ver bien
al loro Ignacio, el cual estaba tratando de encontrar un lugar para pasar la
noche. Mientras caminaba por medio de
las calles, un carro pasó a toda velocidad tan cerca de él que se desmayó del
susto. Al día siguiente, Ignacio se
levantó de un salto al oír unas trompetas que venían hacia él: era un desfile
¡Socorro, auxilio!, gritaba mientras corría sin parar. Agitado llegó a un lugar a salvo, cuando de
repente sintió una red sobre él, era un comerciante de animales, quien lo llevó
a una tienda de mascotas, donde había todo tipo de animales. Ignacio desesperado por querer salir de la
jaula, empezó a darse golpes contra esta, lo que ocasionó que la jaula rodara y
cayera al piso, en ese momento Ignacio salió volando de la tienda. Voló y voló a toda velocidad, y sin darse cuenta
terminó estrellándose contra un muro cayendo a un callejón sin salida. Muy herido, hambriento y triste por sentirse
olvidado por su familia, se desmayó y sintió que la vida se le iba.
De pronto, sintió cosquilleos en su melena, era la
niña Carlita que con sus cálidos manos lo estaba acariciando, abrió sus ojitos
y vio a toda su familia reunida
alrededor de él, ya que se encontraba lastimado por haber chocado contra la
puerta de la cocina. El loro Ignacio se
dio cuenta que todo había sido un mal sueño y aprendió una gran lección: que al
amor de su familia no cambiaría pase lo que pase.
Teresa Inés Zapana Varga (mamá)
Juan Ignacio Osorio ZapanaPre-kínder A
Kitita,
la ratoncita curiosa
Había una vez una ratoncita llamada Kitita. Vivía con su mamá, papá y sus hermanitos en
una casita muy bonita en medio del bosque.
Todos los días salía muy temprano
por la mañana a recolectar semillas y a prepararse para cuando ella, creciera y
fuera una gran y hermosa ratoncita.
Un día mamá ratona corrió donde Kitita porque
estaba muy preocupada porque no estaba el cepillo de pelo, la cucharita de la
leche por la mañana, los zapatos de Kitita y sus lápices.
“Kitita: ¿dónde has dejado todas las cosas?” –No
sé, mamá-. Respondió la ratoncita.
Kitita tomaba todas, todas las cosas y nunca
recordaba donde las ponía, para que no se las quitaran, en los lugares más
impensados ahí, estaban meses, pasaban y pasaban los días y las cosas no
aparecían.
La ratoncita era muy pequeñita y olvidadiza, pero
aun no recordaba…todos sus amiguitos estaban en el bosque y se preguntaban
dónde estaría su amiga Kiti.
Se dirigieron a su casa y allí estaba su mamá
mirando por la ventana y rápidamente buscó sus cosas que estaban perdidas y se
las entregó a Kitita. “Gracias mamá”, le
dijo Kitita.
Llegaron sus amiguitos golpearon la puerta y
preguntaron “Kiti ¿por qué hoy no saliste a jugar y recolectar semillas?” y
ella respondió que por qué todo tiene un orden y un lugar y si hoy no me
atrasaba y no aprendía mi lección, no entendería lo importante de dejar todo en
su lugar.
La ratoncita se despidió muy feliz de su mamá y se
fue con sus amiguitos a jugar.
Kitzia Parada
Pre-kínder A
La gallina y sus tres pollitos
Había una vez una gallina que estaba muy resfriada
y no podía jugar con sus amigos. Ella
dio un gran estornudo, muy fuerte -¡Hachuuuu!- y sus pollitos se
asustaron. De pronto a uno de ellos le
dio un hipo muy fuerte -¡hip, hip, hip!- y finalmente apareció un gran zorro
negro que exclamó: ¡Buh! Y al pollito del susto se le quitó el hipo.
Un día por la mañana, la mamá Gallina salió a
comprar un remedio para su resfriado y le dijo a sus tres pollitos que no
abrieran la puerta a ningún extraño. Los
tres pequeños pollitos no obedecieron y salieron detrás del zorro negro que se
dirigía a una cueva muy oscura. Cuando
volvió la mamá se asustó al ver la puerta abierta. Corrió hacia la casa a ver qué pasaba y no
encontró a sus pollitos.
Al llegar la tarde la mamá Gallina salió en busca
de sus tres pollitos y cuando iba por un camino muy oscuro se encontró con una
cueva. Ahí era donde vivía el zorro
negro y se dio cuenta que ahí dentro estaban sus tres pollitos asustados y
machucados. La mamá enojada y también
preocupada se los llevó a su casa y les dio una buena lección y los pollitos
prometieron nunca más desobedecer a su mamá.
Martina
Salgado
Pre-kínder B
El viaje
Un conejo, un títere y un perro lanudo decidieron
hacer un viaje un globo. El conejo era
el piloto. A poco de estar volando,
atravesaron una nube, de abajo hacia arriba.
Le hicimos un agujero a la nube –dijo el títere.
Se lo tendríamos que remendar –dijo el perro, muy preocupado. Pero no pudieron encontrar nada con qué taparlo.
Es la primera
vez que, en el cielo, se ve una nube tan agujereada –dijo una tortuga que
estudiaba astronomía.
El globo
siguió subiendo y el títere casi se cae, porque intentó atrapar los últimos
hilos de una llovizna que pasaba apurada.
Y de pronto,
los tres vieron un bellísimo arco iris.
¡Los siete
colores! –anunció el conejo.
Rojo,
anaranjado, amarillo… -dijo el perro, señalándolos.
Verde, azul,
añil y violeta –agregó el títere, encantado con los colores.
Y tanta
alegría sintió, que saltó al borde del cesto para saludarlos. Por suerte, el
perro lanudo lo sujetó a tiempo y no se cayó.
Asombrados,
veían la ciudad con sus casas como de juguete y les pareció que toda la vida
habían andado por el aire.
De pronto, el
conejo se alarmó:
¡Estamos en
peligro! Los radares anuncian que hay algo que nos atacará.
Sin embargo,
ellos no veían nada.
El único
peligro que corremos, es que se pinche el globo –razonó el títere.
El perro
lanudo dio su parecer:
Puede ocurrir
que caiga un rayo y que el globo deje de ser redondo.
No se ve ni
un poco de tormenta eléctrica –observó el conejo.
No se ve,
pero tal vez se esté preparando una tormenta en el aire que está adentro del
globo –insistió el perro, preocupado.
El títere se
tapó las orejas, por si rugía un trueno.
Los tres
quedaron arrinconados en el cesto y, cuando al fin se incorporaron, vieron con
terror que se les acercaban los pajarracos pinchadores. Tenían largos picos
afiladísimos.
¡Estamos
perdidos! –se desesperó el conejo.- ¡Nos van a desinflar el globo!
Menos mal que
pasaba por allí el viento aventurero. Y cuando uno de los pinchadores se
acercó, el viento alzó el globo hasta lo más alto del arco iris, entonces los
pajarracos lo perdieron de vista.
¿Ustedes
vieron un globo por aquí? –les preguntaron a los colores.
Lo vi, pero
ya no lo veo –dijo el rojo.
Pasó cerca de
mí –contestó rápidamente el anaranjado.
A mí me tocó
–respondió el amarillo.
Yo estaba
mirando al revés –dijo el verde.
Yo vi dos
orejas de conejo –agregó el azul.
Y yo, un
títere que les sacaba la lengua a ustedes –dijo el añil.
Y un perro
que les mostraba los dientes –contestó el violeta.Los pinchadores vieron el globo, pero el viento se lo llevó debajo del arco iris. Entonces, como el viento aventurero ya no estaba, los pinchadores volvieron a perseguirlos.
Llegaron a un
metro del globo, a medio metro, a quince centímetros. Ya estaban los
pinchadores apenas a dos centímetros del globo, justo cuando éste pasaba por la
nube agujereada, a través del mismo agujero que había hecho al subir. Pero los
pajarracos no pudieron pasar porque la nube cerró su espacio abierto con un
círculo de tormenta y relámpagos.
A los
pinchadores se les quemaron las puntas de los picos y ya no podían pinchar
nada. El globo aterrizó en medio de muchos conejos, perros y títeres que habían
llegado de todas partes para festejar el regreso de los aventureros.Y también había muchos chicos que los saludaban y los aplaudían.
Cuando los
tripulantes bajaron del globo, el festejo alcanzó el tamaño de una ciudad.
Autor: María Granata
Alumno: Jazury Vidal
Prekínder B
Mi
pequeño peladito
Érase una vez un niño llamado Cristopher que llegó
a un hogar un diez de julio con tan sólo quince días de nacimiento a manos de
la familia Cortés y Varas la cual desde ese mismo instante llegó a cambiar la
vida de toda la familia porque sólo entregaba bendiciones y alegría así mismo,
nunca se separaron de Cristopher y lo apodaron “peladito”. Nuestro peladito, que era llamado así por
toda la familia incluido sus hermanos, fue creciendo con el pasar de los años
entre risas y sus primeras palabras y
pasos. También sus primeras
rabietas. Era un niño muy alegre. Hoy en día tiene cinco añitos y es el regalón
de la familia y de sus hermanos.
Cristopher Acuña Rocha
Pre-kínder B
El niño que lo quería todo
Había una vez un niño llamado Pedro. Él era un niño muy feliz porque sus padres lo
querían mucho aunque era caprichoso y egoísta porque no compartía con nadie sus
cosas. Un día sus padres tomar una decisión:
viajar a un país donde él se da cuenta que no todo lo material hace la felicidad. Así que viajaron a Haití que es un país en
donde en realidad existe mucha pobreza llegaron a ese país y al otro día
partieron a visitar a la gente pobre.
Pedro estaba impresionado al ver a la gente tan
delgada y con mucha hambre. El niño vio
a un niño y e acercó y le dijo: -¿quieres un juguete?-, y el niño respondió que
no, que lo quería era comer y abrigarse porque no tenía ropa ni zapatos, así
que los juguetes no le importaban.
Pedro pensó mucho y le dijo a sus padres que lo
perdonaran por ser tan egoísta y que en realidad lo material no es tan
importante como la humildad de las personas.
Desde ahora cambiaré y ayudaré a la gente que realmente lo necesita.
Martín Araya
y Luahan Lastra
Pre-kínder B
La mascota querida
Había una vez en una casa en la ciudad de Alto Hospicio
tres hermanitas. Una de ellas, la mayor,
se llamaba Catalina y deseaba tener una mascota. Ella le había pedido a sus padres un perrito
de raza, pero la respuesta de sus padres era de que no se encontraban en condiciones
de comprar una mascota y menos un perro de raza porque no estaba en su
presupuesto mensual. Le explicaron que
era difícil mantener a tres niñas y hacer ese tipo de gasto. Pero sus padres también querían ver feliz a
su hija. Ellos tomaron entonces la
decisión de conseguir un perrito. La
mamá de Catalina, para ayudar en la economía del hogar, salió a planchar
ropa. Un día la vecina de donde ella iba
a trabajar le ofreció un perrito sin saber que Catalina quería una
mascota. Este perro no era de raza, pero
no por eso Catalina lo rechazaría. Esta
vecina la llevo a su casa y le dio a elegir uno de los ocho perritos.
Habían perritos sin cola, otros de color negro,
cafés, crema y blanco, pero había uno en particular que a la madre de Catalina
le encantó. Se acercaba el día del
cumpleaños de Catalina en el mes de julio y su papá quería darle una sorpresa
aprovechando que Catalina había salido a celebrar su fiesta. Llegó el momento que la niña entró en la
casa, se dirigió a su dormitorio y se encontró con la sorpresa que al lado de
su cama había un colchoncito y en él, dormía una mascota la que ella tanto
quería. Al verlo lloró de emoción, pero
al fijarse se dio cuenta que no era de raza, pero lo aceptó porque sus papás se
lo habían dado con tanto cariño.
Catalina lo bautizó con el nombre de Jei Peter, el
juguetón. Las hermanas de Catalina lo
quisieron tanto que hasta el día de hoy él vive muy feliz en la casa de las
tres hermanitas.
Belén Díaz Gálvez
Pre-kínder B
Bondad, maldad y felicidad
Según me
contó mi abuelito, hace muchos años atrás en un pueblito de la cordillera vivía
un matrimonio muy viejito con sus dos hijos.
Ellos formaban una familia muy unida, pero muy pobre porque el agua se
estaba secando en la quebrada y había poco para comer. Una tarde, sentados los 2 hermanos bajo un
árbol, conversaban sobre la manera de ayudar a sus ancianos padres y finalmente
decidieron salir a buscar nuevas y mejores oportunidades a otros lugares.
Abrazados, los viejitos lloraron la pena y emoción
al saber la verdad, pero comprendieron la intención de los jóvenes y le dieron
sus bendiciones y consejos para que la suerte los favoreciera en su intento.
Muy de mañana bajaron del pueblo saltando y
cantando alegres canciones hasta que el camino se terminó porque ahora se
dividía en dos senderos.
Allí los hermanos se detuvieron y finalmente
acordaron seguir cada uno una senda distinta.
Cada uno revisó su mochila y vieron que los padres habían colocado una
botella con agua y dos panes en cada una.
Se separaron y después de caminar bastante, el mayor encontró una
viejita que le pedía agua y pan: “por favor porque tenía bastante hambre y
sed”, pero el hermano mayor le negó a la viejita, le dijo que no tenía nada y
continuo caminando recordando los sabios consejos de sus padres, pero no le
importó. En tanto que el hermano menor
también encontró a la misma viejita que le pidió agua y pan para beber y
comer. El menor le ofreció toda la ayuda
que necesitaba la ancianita, que no era otra que una hada buena y bondadosa,
esta viejita agradeció al joven por su amabilidad y le dijo que en el futuro
tendría muy buena suerte.
Finalmente mi abuelo me contó que los hermanos
habían regresado al hogar; el mayor avergonzado por su maldad y el menor muy
feliz de haber encontrado un buen trabajo en la gran ciudad y así poder ayudar a
sus viejitos padres que ahora lloraban y reían de felicidad.
Macarena
Espinoza Díaz (mamá)
Isidora Tapia
EspinozaPre-kínder B
La princesa Antonella
Esta es la historia de una princesa que vivía en un
gran castillo, con todos los lujos y juguetes que te pudieras imaginar, con una
habitación gigante y más de veinte sirvientes para cumplir todos sus antojos y
deseos, pero aun así, se sentía triste, no era feliz. Se sentía prisionera de su propio castillo,
ya que por su condición de princesa, la bella Antonella vivía encerrada en el
castillo, sin amigos de su edad que pudieran jugar con ella. Un día salió al jardín y se encontró con un
hermoso unicornio blanco y ella había escuchado una leyenda contada por uno de
sus sirvientes que decía que si le tocabas el cuerno al unicornio, este te
concedería un deseo, así que decidió seguirlo entre las flores y árboles de su
jardín, hasta que por fin lo encontró y frotó con mucha fuerza su cuerno y luego
pidió su deseo, el más anhelado: el ser libre y poder volar de flor en flor sin
que nadie se lo impidiera. Le pidió al
unicornio que la convirtiera en una mariposa y así, éste le concedió el deseo y
fue la más hermosa entre todas y desde ese día, vuela entre flores y rosas, de
jardín en jardín, compartiendo con todos los niños del mundo.
Antonella Jeldres
Pre-kínder B
El tiburoncito y su madre
Su mamá al enterarse lo empezó a buscar por todo el
océano. Lo buscó en las cuevas, entre
medio de los corles preguntándole a los demás peces y todo aquel que se le
cruzara.
Pero el tiburoncito había nadado tanto que ya
estaba muy cansado y tenía mucha hambre en este viaje se encontró con un
tiburón tigre el cual quiso comérselo, pero el nadó tanto que no pudo
alcanzarlo.
Al tiburoncito le dio mucho hambre, probó algas,
pero no le sabían bien para su suerte se encontró un cardumen de anchoas y
sació su hambre.
La madre todavía lo buscaba y se encontró con el
tiburón tigre que antes quiso comérselo y le preguntó si había visto a su hijo
y él le contestó que sí, lo había visto solo, pero él se asustó y nadó muy
rápido. Mientras el pequeño tiburón ya
estaba muy cansado y se escondió en una cueva…empezó a bostezar cada vez más y
cayó rendido y durmió profundamente.
La madre seguía buscándolo, acercándose cada vez
más, cuando vio una cueva en la que ella quiso descansar también y se encontró
con la sorpresa allí estaba su hijo y se largó a llorar de alegría por haberlo
encontrado. Allí pasaron la noche.
Al día siguiente nadaron al reencuentro de su padre
que estaba muy preocupado cuando llegaron se puso tan feliz y se dieron un gran
abrazo.
Desde ese momento el tiburoncito no se alejó más de
sus padres y vivieron muy felices.
Elizabeth
Carreño (mamá)
Jeremías HamsPrekínder B
Un día con mi abuelita
Hace días atrás fuimos a visitar a mi abuelita. Ella vivía en el campo rodeada de animales: caballos, gallinas, patitos, pollitos, vacas, etc.
Cuando llegamos a su casa después de un largo
viaje, mi abuelita nos recibió muy alegremente, estaba rodeada de patos, y uno
que otro perro. La abracé y le di un
fuerte beso. Luego de compartir la mesa
con un rico desayuno, ella me enseño a cosechar algunas verduras, para mí era
lo máximo, ya que tenía la oportunidad de ensuciarme, toca la tierra y jugar
con la pala, cosa que a mi mamá no le gustaba que hiciera en nuestra casa
porque ensuciaba el patio y mi ropa.
Llegamos a la casa muy cansados de tanto caminar,
pues las cosechas estaban un poco apartadas y mi abuelita me hizo un rico jugo
de sandía, estaba tan rico que me tomé dos grandes tazones de un viaje.
Después ocurrió que algo que me impactó. Mi abuela dice que ya es hora de almorzar u
que debemos matar una gallina para la cazuela.
Yo no entendía muy bien eso de matar una gallina, pues mi mamá cuando
hace cazuela compra pollo ene l supermercado.
Además los animales, nunca se despegaron de nosotros, nos seguían a
todas partes y a mí me parecía divertido tener tantas mascotas. Pero claramente para mi abuelita no eran
mascotas…nos soporté ver como mi abuelita tomaba a ala gallinas por el cogote y
… no almorcé, y creo que ya no miraré a la cazuela con los mismos ojos.
Luego del almuerzo, mi abuelita tuvo al idea de
amasar pan, fue genial. Me dejó jugar
con un poco de masa y meter con mucho cuidado el pan al horno grande barro que
tenía atrás en el patio.
Nos sentamos a tomar tecito, pan amasado con tomate
y huevos que sacamos del huerto y del gallinero. Todo era tan acogedor y calientito…
Pero ya se estaba haciendo tarde y teníamos que volver. Un sentimiento de angustia y mucha tristeza
me embargó…no quería separarme de mi abuelita querida…le di un gran abrazo y un
besito en sus rojas mejillas…antes de irnos ella me susurró: -te espero el
próximo fin de semana- entonces esperé con ansias que pasara la semana para compartir otro día con mi abuelita.
Cecilia Gómez
Arriagada (mamá)
Demir Gaminez
GómezPre-kínder B
Una loca granjita
Un día fui a la casa en la granja de mía
Clara. Animales había en todos lados,
hasta en la cocina.
Un pavo coqueteaba con la pava mientras echaba
vapor por el pico. Entró un conejo a los
gritos porque su reloj desde ayer no encontraba. ¡Ay, que loca es esta granja. Que granja más rara!
Un pato le hablaba a la mesa, aunque te suene un
poco ficticio, gritaba a sus cuatro patas exigiendo que lo llamen Patricio.
Gallinas muy altaneras empollaban los huevos de la
heladera. Un gran cocodrilo miraba una
comedia y a mares lloraba.
Tres chanchos con delantal blanco pasaban la escoba
y luego un plumero. Mi tía Clara,
confesó a un gallo: “Mi nombre completo es Clara de Huevo”.
¡Ay que loca granja, qué granja más rara!
Maura
Riquelme
Pre-kínder B
Pepito y Juanito
Un día Pepito le dice a Juanito: “Primo, comamos y
veamos quien corre más rápido” a lo que Juanito responde que sí y que será él
quien ganará, riendo.
Empezaron a comer…y de repente Pepito comió, comió
sin parar y muy sonriente no podía creer que tenía tanta energía y que Juanito
estaba muy atrás y muy agotado.
Juanito muy triste y enojado aceptó su
derrota. Ya Juanito estando en su casa
le cuenta a su mamá por qué se cansó tan luego y por qué Pepito tuvo tanta
energía. La mamá respondió: Eso pasa porque usted nunca termina su leche
y nos e come sus verduras y muy poco come las frutas, además te la pasas viendo
televisión `por horas y no haces ejercicio.
Juanito muy atento y muy preocupado le responde: “Mamá de hoy en
adelante todo cambiará…”
Desde ese día Juanito se alimenta muy bien y juega
mucho a la pelota. Pues Juanito
comprendió que alimentarse y hacer ejercicios es muy importante para la salud.
“Recuerda: Hacer ejercicios y comer sano
diariamente”
Yordan Napurí
Varillas
Pre-kínder B
El burro Pancho
Érase una vez en un pequeño establo que vivía una
humilde familia de granjeros con sus dos hijos: Julieta y Thomas. Un día sus padres los mandaron a darles
comida a los animales cuando de pronto ven a los lejos un pequeño burrito que
estaba medio herido. Corrieron hacia él,
lo tomaron y lo llevaron hacia el establo para curarlo y darle de comer, sus
padres contentos dejaron que se quedara y le pusieron por nombre Pancho. Ellos estaban muy contentos de tenerlo en la
familia, al tiempo Pancho ya era un burro fuerte y grande. A Julieta y Thomas les gustaba correr junto
con el burrito persiguiendo a las mariposas y a los pajaritos que inútilmente
trataban de alcanzar.
Pancho por las tardes le ayudaba a encerrar las
vacas y cabras en el establo. Los
hermanos y sus padres adoraban a Pancho.
Pasaron los años y Julieta y Thomas crecieron, hicieron su vida y
tuvieron hijos.
Pancho ya era un burro grande, pero siguió siendo parte de sus vidas y nunca se separaron y fueron felices por siempre.
Gislaine
Tello V. (mamá)
Felipe
contreras TelloPre-kínder B
El milagro del Arcoíris
Había una vez una granja feliz donde vivían muchos
animales, entre ellos había una vaca con sus terneritos. Ellos eran muy felices. Todas las tardes la vaca llevaba a pasear a
su ternerito y le contaba historias de duendes, arcoíris, deseos y ollas de oro.
Un día en la tarde como siempre, la vaca llevó a
pasear al ternerito y mientras le contaba una historia, el ternerito se
distrajo con una mariposa que volaba por ahí.
Él comenzó a seguirla y para cuando se dio cuenta ya estaba
perdido. No supo cómo volver y comenzó a
llorar y la vaca también desesperada lo buscaba y no lo pudo encontrar. Pasaron tres días y comenzó a llover. La vaca en la tarde salió a buscarlo y cuando
paro de llover salió un arcoíris. La
vaca pidió un deseo, siguió el arcoíris y en vez de encontrar una olla de oro,
encontró a su ternerito, lo llevó a la granja y todos estaban muy felices.
Patricio
albornoz Lagos (papá)
Martina
Albornoz QuidelPre-kínder B
Una escuela
dentro de una tortuga
En la escuelita asistían varios animalitos de todo
tipo por ejemplo el conejito, el ratoncito, la ardilla, el conejo y mucho
más. Dentro de esos animalitos estoy
yo. Una yegua. Un día mamá me llevó de paseo al parque para jugar con mi hermanito. Cuando íbamos en camino, mis grandes ojos
vieron una gran tortuga. Me dio
curiosidad porque todos los animalitos subían a su caparazón vestidos con
chaleco de color verde. Yo también
quería ir donde ellos estaban. Me
acerqué donde mamá y le pregunté: ¿qué era? Y me respondió que era una
escuelita que se encuentra dentro de la tortuga.
Pensé y pensé y le dije a mi mamá Anda que me llevara para conocerla y lo hizo. Quedé sorprendida porque mis ojos grandes vieron muchísimos animalitos en la escuela, todos listos para aprender a leer. Mamá me matriculo en la escuela y estoy muy feliz con mis amiguitos y amiguitas y la paso muy bien cada día.
Ashley Melgar
Flores
Pre-kínder A
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