domingo, 29 de septiembre de 2013

PRE-KINDER Cuentos Semana del Libro 2013


                                              Benyi, el dragón comilón

 (Cuento creado por la familia Barrios Astorga, dirigido a niños pequeños para fomentar la higiene bucal y buenos hábitos de alimentación)

 Había una vez un gran dragón comilón feliz que se llamaba Benyi y pasaba todas las tardes comiendo dulces, jugando y volando.  Un día, mientras comía, el gran Dragón se rompió un diente y se puso a llorar porque sentía un inmenso dolor dentro de su gigantesca boca.  Su llanto podía escucharse desde muy lejos.

 Una pequeña ave que volaba a su casa escuchó el llanto del gran Dragón Benyi, se acercó y se sentó en una rama del árbol que estaba al lado del gran Dragón y le preguntó:

 -¿Qué te pasa, Gran Dragón Benyi?

 Entre llanto y dolor, el Gran Dragón le contó su problema.

 La pequeña ave lo escuchó con atención y luego exclamó:

 -¡Tengo la solución a tu dolor!  Debemos ir a visitar a Don Castor, el Dentista, él te podrá ayudar con tu diente.

Juntos fueron a visitar a Don Castor, el Dentista, y él reviso los dientes del Gran Dragón Benyi y lo ayudó con su dolor.

Muy feliz y sin dolor, el Gran Dragón  le dio las gracias a Don Castor, el Dentista.

Antes de despedirse, don Castor, el Dentista, le dio un consejo al Gran Dragón Benyi: 

-Debes comer dulces sanos, que están en las frutas y también debes cepillar tus dientes después de cada comida, y recuerda visitar al dentista al menos dos veces al año.  Esto ayudará a mantener tus dientes sanos y limpios.

Y colorín colorado, este cuento se ha terminado…paso por un zapatito roto y mañana te cuento otro.

 
Rodrigo Barrios Castro (papá)
Bernardita Astorga Bascuñán (mamá)
Benjamín Barrios Astorga
Pre-kínder A

 

                           El pan con mantequilla

Había una vez un niño que le gustaba comer pan con mantequilla.

El niño estaba acostado en su cama y le dolía la guatita, le sonaban y le sonaban las tripas…se levantó de su cama y bajó la escalera: pan, pan, pan, pan.

Llegó a la cocina, estaba todo oscuro.  Sacó un pan de la bolsa y fue a buscar un cuchillo.  Sacó la mantequilla del refrigerador y con el cuchillo abrió el pan lentamente.

Le untó mantequilla al pan y cuando se lo iba a comer, vino el fantasma del pan con mantequilla y se lo robó.

El niño salió de su casa en busca del pan con mantequilla.  La bruja tenía el pan con mantequilla escondido en un árbol. 

El niño sacó el pan con mantequilla y se lo llevó a su casa.  La bruja Maruja lo persiguió.

El niño llegó a la casa y cerró todo para que la bruja Maruja no entrara.

Tomo el pan y se lo comió…

El fantasma del pan con mantequilla no alcanzó a quitárselo y desde ese momento recorre las calles de Alto Hospicio buscando su pan con mantequilla.

¡Quiero mi pan con mantequilla!

 

Fabiola León (mamá)
Ariel Moscoso
Pre-kínder A

 

                                                               Un verdadero susto

 
Era un día como cualquiera en la familia Osorio, el papá Juan salía a trabajar, la mamá Tere estaba preparado un rico almuerzo en la cocina y la niña Carlita estaba por ir a la escuela.  Mientras que el engreído de la casa, el loro Ignacio, hablaba fuerte y sin parar.  De pronto la vecina Inés, vino con su colorido loro Sebastián y le pidió a mamá Tere que lo cuidara por una semana, mientras que ella se iba fuera de la ciudad.  Al escuchar esa noticia, el loro Ignacio temblaba por la respuesta de mamá Tere.  Al oír el sí, Ignacio se puso rojo de tanto enojo.  Él temía que Sebastián le quitara el cariño de su familia.

Una vez en casa, el loro Sebastián se ganó rápidamente el cariño de la familia, él, en comparación del loro Ignacio, comía toda su comida y en vez de hablar todo el día sin parar, silbaba una linda melodía, lo que hacía que la familia este siempre de buen humor.  Todo esto ocasiono que el loro Ignacio se ponga tan pero, tan triste que tomo unas cuantas migas de pan y decidió irse.

La noche era oscura y la neblina no dejaba ver bien al loro Ignacio, el cual estaba tratando de encontrar un lugar para pasar la noche.  Mientras caminaba por medio de las calles, un carro pasó a toda velocidad tan cerca de él que se desmayó del susto.  Al día siguiente, Ignacio se levantó de un salto al oír unas trompetas que venían hacia él: era un desfile ¡Socorro, auxilio!, gritaba mientras corría sin parar.  Agitado llegó a un lugar a salvo, cuando de repente sintió una red sobre él, era un comerciante de animales, quien lo llevó a una tienda de mascotas, donde había todo tipo de animales.  Ignacio desesperado por querer salir de la jaula, empezó a darse golpes contra esta, lo que ocasionó que la jaula rodara y cayera al piso, en ese momento Ignacio salió volando de la tienda.  Voló y voló a toda velocidad, y sin darse cuenta terminó estrellándose contra un muro cayendo a un callejón sin salida.  Muy herido, hambriento y triste por sentirse olvidado por su familia, se desmayó y sintió que la vida se le iba.

De pronto, sintió cosquilleos en su melena, era la niña Carlita que con sus cálidos manos lo estaba acariciando, abrió sus ojitos y vio a  toda su familia reunida alrededor de él, ya que se encontraba lastimado por haber chocado contra la puerta de la cocina.  El loro Ignacio se dio cuenta que todo había sido un mal sueño y aprendió una gran lección: que al amor de su familia no cambiaría pase lo que pase.

Teresa Inés Zapana Varga (mamá)
Juan Ignacio Osorio Zapana
Pre-kínder A

 

                                               Kitita, la ratoncita curiosa

Había una vez una ratoncita llamada Kitita.  Vivía con su mamá, papá y sus hermanitos en una casita muy bonita en medio del bosque.  Todos  los días salía muy temprano por la mañana a recolectar semillas y a prepararse para cuando ella, creciera y fuera una gran y hermosa ratoncita.

Un día mamá ratona corrió donde Kitita porque estaba muy preocupada porque no estaba el cepillo de pelo, la cucharita de la leche por la mañana, los zapatos de Kitita y sus lápices.

“Kitita: ¿dónde has dejado todas las cosas?” –No sé, mamá-. Respondió la ratoncita.

Kitita tomaba todas, todas las cosas y nunca recordaba donde las ponía, para que no se las quitaran, en los lugares más impensados ahí, estaban meses, pasaban y pasaban los días y las cosas no aparecían.

 Kitita no tenía como peinar su largo cabello.  No podía desayunar, ni tampoco podía salir al bosque como tanto a ella le gustaba diariamente.


La ratoncita era muy pequeñita y olvidadiza, pero aun no recordaba…todos sus amiguitos estaban en el bosque y se preguntaban dónde estaría  su amiga Kiti.

Se dirigieron a su casa y allí estaba su mamá mirando por la ventana y rápidamente buscó sus cosas que estaban perdidas y se las entregó a Kitita.  “Gracias mamá”, le dijo Kitita.

Llegaron sus amiguitos golpearon la puerta y preguntaron “Kiti ¿por qué hoy no saliste a jugar y recolectar semillas?” y ella respondió que por qué todo tiene un orden y un lugar y si hoy no me atrasaba y no aprendía mi lección, no entendería lo importante de dejar todo en su lugar.

La ratoncita se despidió muy feliz de su mamá y se fue con sus amiguitos a jugar.

Kitzia Parada
Pre-kínder A

 

                           La gallina y sus tres pollitos

Había una vez una gallina que estaba muy resfriada y no podía jugar con sus amigos.  Ella dio un gran estornudo, muy fuerte -¡Hachuuuu!- y sus pollitos se asustaron.  De pronto a uno de ellos le dio un hipo muy fuerte -¡hip, hip, hip!- y finalmente apareció un gran zorro negro que exclamó: ¡Buh! Y al pollito del susto se le quitó el hipo.

Un día por la mañana, la mamá Gallina salió a comprar un remedio para su resfriado y le dijo a sus tres pollitos que no abrieran la puerta a ningún extraño.  Los tres pequeños pollitos no obedecieron y salieron detrás del zorro negro que se dirigía a una cueva muy oscura.  Cuando volvió la mamá se asustó al ver la puerta abierta.  Corrió hacia la casa a ver qué pasaba y no encontró a sus pollitos.

Al llegar la tarde la mamá Gallina salió en busca de sus tres pollitos y cuando iba por un camino muy oscuro se encontró con una cueva.  Ahí era donde vivía el zorro negro y se dio cuenta que ahí dentro estaban sus tres pollitos asustados y machucados.  La mamá enojada y también preocupada se los llevó a su casa y les dio una buena lección y los pollitos prometieron nunca más desobedecer a su mamá.

Martina Salgado
Pre-kínder B

 

                                                                              El viaje

 (CUENTO ORIGINAL:  El viaje en globo www.micorazondetiza.com)

Un conejo, un títere y un perro lanudo decidieron hacer un viaje un globo.  El conejo era el piloto.  A poco de estar volando, atravesaron una nube, de abajo hacia arriba.

Le hicimos un agujero a la nube –dijo el títere.

Se lo tendríamos que remendar –dijo el perro, muy preocupado. Pero no pudieron encontrar nada con qué taparlo.

Es la primera vez que, en el cielo, se ve una nube tan agujereada –dijo una tortuga que estudiaba astronomía.
El globo siguió subiendo y el títere casi se cae, porque intentó atrapar los últimos hilos de una llovizna que pasaba apurada.

Y de pronto, los tres vieron un bellísimo arco iris.
¡Los siete colores! –anunció el conejo.

Rojo, anaranjado, amarillo… -dijo el perro, señalándolos.
Verde, azul, añil y violeta –agregó el títere, encantado con los colores.

Y tanta alegría sintió, que saltó al borde del cesto para saludarlos. Por suerte, el perro lanudo lo sujetó a tiempo y no se cayó.
Asombrados, veían la ciudad con sus casas como de juguete y les pareció que toda la vida habían andado por el aire.

De pronto, el conejo se alarmó:
¡Estamos en peligro! Los radares anuncian que hay algo que nos atacará.

Sin embargo, ellos no veían nada.
El único peligro que corremos, es que se pinche el globo –razonó el títere.

El perro lanudo dio su parecer:
Puede ocurrir que caiga un rayo y que el globo deje de ser redondo.

No se ve ni un poco de tormenta eléctrica –observó el conejo.
No se ve, pero tal vez se esté preparando una tormenta en el aire que está adentro del globo –insistió el perro, preocupado.

El títere se tapó las orejas, por si rugía un trueno.
Los tres quedaron arrinconados en el cesto y, cuando al fin se incorporaron, vieron con terror que se les acercaban los pajarracos pinchadores. Tenían largos picos afiladísimos.

¡Estamos perdidos! –se desesperó el conejo.- ¡Nos van a desinflar el globo!
Menos mal que pasaba por allí el viento aventurero. Y cuando uno de los pinchadores se acercó, el viento alzó el globo hasta lo más alto del arco iris, entonces los pajarracos lo perdieron de vista.

¿Ustedes vieron un globo por aquí? –les preguntaron a los colores.
Lo vi, pero ya no lo veo –dijo el rojo.

Pasó cerca de mí –contestó rápidamente el anaranjado.
A mí me tocó –respondió el amarillo.

Yo estaba mirando al revés –dijo el verde.
Yo vi dos orejas de conejo –agregó el azul.

Y yo, un títere que les sacaba la lengua a ustedes –dijo el añil.
Y un perro que les mostraba los dientes –contestó el violeta.

Los pinchadores vieron el globo, pero el viento se lo llevó debajo del arco iris. Entonces, como el viento aventurero ya no estaba, los pinchadores volvieron a perseguirlos.

Llegaron a un metro del globo, a medio metro, a quince centímetros. Ya estaban los pinchadores apenas a dos centímetros del globo, justo cuando éste pasaba por la nube agujereada, a través del mismo agujero que había hecho al subir. Pero los pajarracos no pudieron pasar porque la nube cerró su espacio abierto con un círculo de tormenta y relámpagos.
A los pinchadores se les quemaron las puntas de los picos y ya no podían pinchar nada. El globo aterrizó en medio de muchos conejos, perros y títeres que habían llegado de todas partes para festejar el regreso de los aventureros.
Y también había muchos chicos que los saludaban y los aplaudían.


Cuando los tripulantes bajaron del globo, el festejo alcanzó el tamaño de una ciudad.

Autor: María Granata

l
Apoderado: Ola Guzmán
Alumno: Jazury Vidal
Prekínder B
                                              

                                                               Mi pequeño peladito

Érase una vez un niño llamado Cristopher que llegó a un hogar un diez de julio con tan sólo quince días de nacimiento a manos de la familia Cortés y Varas la cual desde ese mismo instante llegó a cambiar la vida de toda la familia porque sólo entregaba bendiciones y alegría así mismo, nunca se separaron de Cristopher y lo apodaron “peladito”.  Nuestro peladito, que era llamado así por toda la familia incluido sus hermanos, fue creciendo con el pasar de los años entre risas y sus primeras palabras  y pasos.  También sus primeras rabietas.  Era un niño muy alegre.  Hoy en día tiene cinco añitos y es el regalón de la familia y de sus hermanos.
 
Cristopher Acuña Rocha
Pre-kínder B

                                                               El niño que lo quería todo

Había una vez un niño llamado Pedro.  Él era un niño muy feliz porque sus padres lo querían mucho aunque era caprichoso y egoísta porque no compartía con nadie sus cosas.  Un día sus padres tomar una decisión: viajar a un país donde él se da cuenta que no todo lo material hace la felicidad.  Así que viajaron a Haití que es un país en donde en realidad existe mucha pobreza llegaron a ese país y al otro día partieron a visitar a la gente pobre.

Pedro estaba impresionado al ver a la gente tan delgada y con mucha hambre.  El niño vio a un niño y e acercó y le dijo: -¿quieres un juguete?-, y el niño respondió que no, que lo quería era comer y abrigarse porque no tenía ropa ni zapatos, así que los juguetes no le importaban.

Pedro pensó mucho y le dijo a sus padres que lo perdonaran por ser tan egoísta y que en realidad lo material no es tan importante como la humildad de las personas.  Desde ahora cambiaré y ayudaré a la gente que realmente lo necesita.
             

Martín Araya y Luahan Lastra
Pre-kínder B

                                                               La mascota querida

Había una vez en una casa en la ciudad de Alto Hospicio tres hermanitas.  Una de ellas, la mayor, se llamaba Catalina y deseaba tener una mascota.  Ella le había pedido a sus padres un perrito de raza, pero la respuesta de sus padres era de que no se encontraban en condiciones de comprar una mascota y menos un perro de raza porque no estaba en su presupuesto mensual.  Le explicaron que era difícil mantener a tres niñas y hacer ese tipo de gasto.  Pero sus padres también querían ver feliz a su hija.  Ellos tomaron entonces la decisión de conseguir un perrito.  La mamá de Catalina, para ayudar en la economía del hogar, salió a planchar ropa.  Un día la vecina de donde ella iba a trabajar le ofreció un perrito sin saber que Catalina quería una mascota.  Este perro no era de raza, pero no por eso Catalina lo rechazaría.  Esta vecina la llevo a su casa y le dio a elegir uno de los ocho perritos.

Habían perritos sin cola, otros de color negro, cafés, crema y blanco, pero había uno en particular que a la madre de Catalina le encantó.  Se acercaba el día del cumpleaños de Catalina en el mes de julio y su papá quería darle una sorpresa aprovechando que Catalina había salido a celebrar su fiesta.  Llegó el momento que la niña entró en la casa, se dirigió a su dormitorio y se encontró con la sorpresa que al lado de su cama había un colchoncito y en él, dormía una mascota la que ella tanto quería.  Al verlo lloró de emoción, pero al fijarse se dio cuenta que no era de raza, pero lo aceptó porque sus papás se lo habían dado con tanto cariño.

Catalina lo bautizó con el nombre de Jei Peter, el juguetón.  Las hermanas de Catalina lo quisieron tanto que hasta el día de hoy él vive muy feliz en la casa de las tres hermanitas.

Belén Díaz Gálvez
Pre-kínder B

                                                               Bondad, maldad y felicidad

Según  me contó mi abuelito, hace muchos años atrás en un pueblito de la cordillera vivía un matrimonio muy viejito con sus dos hijos.  Ellos formaban una familia muy unida, pero muy pobre porque el agua se estaba secando en la quebrada y había poco para comer.  Una tarde, sentados los 2 hermanos bajo un árbol, conversaban sobre la manera de ayudar a sus ancianos padres y finalmente decidieron salir a buscar nuevas y mejores oportunidades a otros lugares.

Abrazados, los viejitos lloraron la pena y emoción al saber la verdad, pero comprendieron la intención de los jóvenes y le dieron sus bendiciones y consejos para que la suerte los favoreciera en su intento.

Muy de mañana bajaron del pueblo saltando y cantando alegres canciones hasta que el camino se terminó porque ahora se dividía en dos senderos.

Allí los hermanos se detuvieron y finalmente acordaron seguir cada uno una senda distinta.  Cada uno revisó su mochila y vieron que los padres habían colocado una botella con agua y dos panes en cada una.  Se separaron y después de caminar bastante, el mayor encontró una viejita que le pedía agua y pan: “por favor porque tenía bastante hambre y sed”, pero el hermano mayor le negó a la viejita, le dijo que no tenía nada y continuo caminando recordando los sabios consejos de sus padres, pero no le importó.  En tanto que el hermano menor también encontró a la misma viejita que le pidió agua y pan para beber y comer.  El menor le ofreció toda la ayuda que necesitaba la ancianita, que no era otra que una hada buena y bondadosa, esta viejita agradeció al joven por su amabilidad y le dijo que en el futuro tendría muy buena suerte.

Finalmente mi abuelo me contó que los hermanos habían regresado al hogar; el mayor avergonzado por su maldad y el menor muy feliz de haber encontrado un buen trabajo en la gran ciudad y así poder ayudar a sus viejitos padres que ahora lloraban y reían de felicidad.

Macarena Espinoza Díaz (mamá)
Isidora Tapia Espinoza
Pre-kínder B

                                                               La princesa Antonella   

Esta es la historia de una princesa que vivía en un gran castillo, con todos los lujos y juguetes que te pudieras imaginar, con una habitación gigante y más de veinte sirvientes para cumplir todos sus antojos y deseos, pero aun así, se sentía triste, no era feliz.  Se sentía prisionera de su propio castillo, ya que por su condición de princesa, la bella Antonella vivía encerrada en el castillo, sin amigos de su edad que pudieran jugar con ella.  Un día salió al jardín y se encontró con un hermoso unicornio blanco y ella había escuchado una leyenda contada por uno de sus sirvientes que decía que si le tocabas el cuerno al unicornio, este te concedería un deseo, así que decidió seguirlo entre las flores y árboles de su jardín, hasta que por fin lo encontró y frotó con mucha fuerza su cuerno y luego pidió su deseo, el más anhelado: el ser libre y poder volar de flor en flor sin que nadie se lo impidiera.  Le pidió al unicornio que la convirtiera en una mariposa y así, éste le concedió el deseo y fue la más hermosa entre todas y desde ese día, vuela entre flores y rosas, de jardín en jardín, compartiendo con todos los niños del mundo.

Antonella Jeldres
Pre-kínder B

El tiburoncito y su madre

 Había una vez un tiburón que tuvo un tiburoncito y una tarde que fueron de caza se encontraron con un cardumen muy grande y el pequeño se perdió y empezó a recorrer el océano, ya estaba tan cansado que se puso a dormir.

Su mamá al enterarse lo empezó a buscar por todo el océano.  Lo buscó en las cuevas, entre medio de los corles preguntándole a los demás peces y todo aquel que se le cruzara.

Pero el tiburoncito había nadado tanto que ya estaba muy cansado y tenía mucha hambre en este viaje se encontró con un tiburón tigre el cual quiso comérselo, pero el nadó tanto que no pudo alcanzarlo.

Al tiburoncito le dio mucho hambre, probó algas, pero no le sabían bien para su suerte se encontró un cardumen de anchoas y sació su hambre.

La madre todavía lo buscaba y se encontró con el tiburón tigre que antes quiso comérselo y le preguntó si había visto a su hijo y él le contestó que sí, lo había visto solo, pero él se asustó y nadó muy rápido.  Mientras el pequeño tiburón ya estaba muy cansado y se escondió en una cueva…empezó a bostezar cada vez más y cayó rendido y durmió profundamente.

La madre seguía buscándolo, acercándose cada vez más, cuando vio una cueva en la que ella quiso descansar también y se encontró con la sorpresa allí estaba su hijo y se largó a llorar de alegría por haberlo encontrado.  Allí pasaron la noche.

Al día siguiente nadaron al reencuentro de su padre que estaba muy preocupado cuando llegaron se puso tan feliz y se dieron un gran abrazo.

Desde ese momento el tiburoncito no se alejó más de sus padres y vivieron muy felices.

Elizabeth Carreño (mamá)
Jeremías Hams
Prekínder B

 

                                                               Un día con mi abuelita

Hace días atrás fuimos a visitar a mi abuelita.  Ella vivía en el campo rodeada de animales: caballos, gallinas, patitos, pollitos, vacas, etc.

Cuando llegamos a su casa después de un largo viaje, mi abuelita nos recibió muy alegremente, estaba rodeada de patos, y uno que otro perro.  La abracé y le di un fuerte beso.  Luego de compartir la mesa con un rico desayuno, ella me enseño a cosechar algunas verduras, para mí era lo máximo, ya que tenía la oportunidad de ensuciarme, toca la tierra y jugar con la pala, cosa que a mi mamá no le gustaba que hiciera en nuestra casa porque ensuciaba el patio y mi ropa.

Llegamos a la casa muy cansados de tanto caminar, pues las cosechas estaban un poco apartadas y mi abuelita me hizo un rico jugo de sandía, estaba tan rico que me tomé dos grandes tazones de un viaje.

Después ocurrió que algo que me impactó.  Mi abuela dice que ya es hora de almorzar u que debemos matar una gallina para la cazuela.  Yo no entendía muy bien eso de matar una gallina, pues mi mamá cuando hace cazuela compra pollo ene l supermercado.  Además los animales, nunca se despegaron de nosotros, nos seguían a todas partes y a mí me parecía divertido tener tantas mascotas.  Pero claramente para mi abuelita no eran mascotas…nos soporté ver como mi abuelita tomaba a ala gallinas por el cogote y … no almorcé, y creo que ya no miraré a la cazuela con los mismos ojos.

Luego del almuerzo, mi abuelita tuvo al idea de amasar pan, fue genial.  Me dejó jugar con un poco de masa y meter con mucho cuidado el pan al horno grande barro que tenía atrás en el patio.

Nos sentamos a tomar tecito, pan amasado con tomate y huevos que sacamos del huerto y del gallinero.  Todo era tan acogedor y calientito…

Pero ya se estaba haciendo tarde y teníamos que volver.  Un sentimiento de angustia y mucha tristeza me embargó…no quería separarme de mi abuelita querida…le di un gran abrazo y un besito en sus rojas mejillas…antes de irnos ella me susurró: -te espero el próximo fin de semana- entonces esperé con ansias que pasara la semana  para compartir otro día con mi abuelita.

Cecilia Gómez Arriagada (mamá)
Demir Gaminez Gómez
Pre-kínder B

 
                                                               Una loca granjita

Un día fui a la casa en la granja de mía Clara.  Animales había en todos lados, hasta en la cocina.

Un pavo coqueteaba con la pava mientras echaba vapor por el pico.  Entró un conejo a los gritos porque su reloj desde ayer no encontraba.  ¡Ay, que loca es esta granja.  Que granja más rara!

Un pato le hablaba a la mesa, aunque te suene un poco ficticio, gritaba a sus cuatro patas exigiendo que lo llamen Patricio.

Gallinas muy altaneras empollaban los huevos de la heladera.  Un gran cocodrilo miraba una comedia y a mares lloraba.

Tres chanchos con delantal blanco pasaban la escoba y luego un plumero.  Mi tía Clara, confesó a un gallo: “Mi nombre completo es Clara de Huevo”.

¡Ay que loca granja, qué granja más rara!

Maura Riquelme
Pre-kínder B

                                                               Pepito y Juanito

Un día Pepito le dice a Juanito: “Primo, comamos y veamos quien corre más rápido” a lo que Juanito responde que sí y que será él quien ganará, riendo.

Empezaron a comer…y de repente Pepito comió, comió sin parar y muy sonriente no podía creer que tenía tanta energía y que Juanito estaba muy atrás y muy agotado.

Juanito muy triste y enojado aceptó su derrota.  Ya Juanito estando en su casa le cuenta a su mamá por qué se cansó tan luego y por qué Pepito tuvo tanta energía.  La mamá respondió:  Eso pasa porque usted nunca termina su leche y nos e come sus verduras y muy poco come las frutas, además te la pasas viendo televisión `por horas y no haces ejercicio.  Juanito muy atento y muy preocupado le responde: “Mamá de hoy en adelante todo cambiará…”

Desde ese día Juanito se alimenta muy bien y juega mucho a la pelota.  Pues Juanito comprendió que alimentarse y hacer ejercicios es muy importante para la salud.

“Recuerda: Hacer ejercicios y comer sano diariamente”

Yordan Napurí Varillas
Pre-kínder B

                                                               El burro Pancho

Érase una vez en un pequeño establo que vivía una humilde familia de granjeros con sus dos hijos: Julieta y Thomas.  Un día sus padres los mandaron a darles comida a los animales cuando de pronto ven a los lejos un pequeño burrito que estaba medio herido.  Corrieron hacia él, lo tomaron y lo llevaron hacia el establo para curarlo y darle de comer, sus padres contentos dejaron que se quedara y le pusieron por nombre Pancho.  Ellos estaban muy contentos de tenerlo en la familia, al tiempo Pancho ya era un burro fuerte y grande.  A Julieta y Thomas les gustaba correr junto con el burrito persiguiendo a las mariposas y a los pajaritos que inútilmente trataban de alcanzar.

Pancho por las tardes le ayudaba a encerrar las vacas y cabras en el establo.  Los hermanos y sus padres adoraban a Pancho.  Pasaron los años y Julieta y Thomas crecieron, hicieron su vida y tuvieron hijos.

Pancho ya era un burro grande, pero siguió siendo parte de sus vidas y nunca se separaron y fueron felices por siempre.

Gislaine Tello V. (mamá)
Felipe contreras Tello
Pre-kínder B

                                                               El milagro del Arcoíris

Había una vez una granja feliz donde vivían muchos animales, entre ellos había una vaca con sus terneritos.  Ellos eran muy felices.  Todas las tardes la vaca llevaba a pasear a su ternerito y le contaba historias de duendes, arcoíris, deseos y ollas de oro.

Un día en la tarde como siempre, la vaca llevó a pasear al ternerito y mientras le contaba una historia, el ternerito se distrajo con una mariposa que volaba por ahí.  Él comenzó a seguirla y para cuando se dio cuenta ya estaba perdido.  No supo cómo volver y comenzó a llorar y la vaca también desesperada lo buscaba y no lo pudo encontrar.  Pasaron tres días y comenzó a llover.  La vaca en la tarde salió a buscarlo y cuando paro de llover salió un arcoíris.  La vaca pidió un deseo, siguió el arcoíris y en vez de encontrar una olla de oro, encontró a su ternerito, lo llevó a la granja y todos estaban muy felices.

Patricio albornoz Lagos (papá)
Martina Albornoz Quidel
Pre-kínder B

                                    
                                          Una escuela dentro de una tortuga

En la escuelita asistían varios animalitos de todo tipo por ejemplo el conejito, el ratoncito, la ardilla, el conejo y mucho más.  Dentro de esos animalitos estoy yo.  Una yegua.  Un día mamá me llevó de paseo  al parque para jugar con mi hermanito.  Cuando íbamos en camino, mis grandes ojos vieron una gran tortuga.  Me dio curiosidad porque todos los animalitos subían a su caparazón vestidos con chaleco de color verde.  Yo también quería ir donde ellos estaban.  Me acerqué donde mamá y le pregunté: ¿qué era? Y me respondió que era una escuelita que se encuentra dentro de la tortuga.

Pensé y pensé y le dije a mi mamá Anda que me llevara para conocerla y lo hizo.  Quedé sorprendida porque mis ojos grandes vieron muchísimos animalitos en la escuela, todos listos para aprender a leer.  Mamá me matriculo en la escuela y estoy muy feliz con mis amiguitos y amiguitas y la paso muy bien cada día.

Ashley Melgar Flores
Pre-kínder A                                     

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